Tiempos Pasados ¿Tiempos Brutales?

11/11/2011

  

Vamos a hacer un ejercicio mental. Dejad vuestra mente en blanco. Imaginaros una pradera, calurosa y polvorienta. El sonido de las cigarras, el olor a hierba que se seca al sol. Junto al cantarín arroyo que cruza el eterno llano, un grupo de rancheros, granjeros y demás habitantes de la pradera se han reunido para celebrar una fiesta. El sonido de las risas de los niños que corren entre los matorrales se mezcla con las animadas conversaciones de los mayores. Un banjo comienza a tocar “Turkey in the straw”. Los jóvenes se apresuran a sacar a bailar a las ruborizadas muchachas. Los ancianos se entretienen contando historias sobre los últimos días de la Frontera. Las mujeres intercambian recetas del pastel de manzana, mientras disimuladamente comentan el último chisme de la mujer del reverendo. Los hombres discuten sobre el precio del ganado y como la cosecha de este año ha sido buena a pesar de la plaga de topos. De repente la apacible imagen es interrumpida por el rugido metálico de cuatro bestias mecánicas que se abren paso por la pradera. Sobre cada una, dos hombres que gritan y agitan grandes mazas al aire. Las cuatro bestias corren sobre sus cuatro ruedas, levantando una gran humareda tras ellas. Sus metálicos cuerpos se retuercen y rechinan con cada bache. El ruido y el olor que les acompañan silencian todo lo demás. Las cuatro bestias parecen cuatro juguetones cachorros infernales. Cuatro demonios de fuego, humo y metal que persiguen una inocente pelota, se lanzan a por ella sin importar la velocidad que lleven, vuelan, dan vueltas, se encabritan y en más de una ocasión lanzan a sus jinetes humanos al aire. No obstante eso no detiene el demoniaco juego. Bestias y jinetes continúan persiguiendo la pelota, golpeándola con las mazas, llevándola por toda la pradera incansablemente. Y contrariamente a lo esperado, los habitantes de la pradera no se asustan ante tal demostración, si no que animan y aplauden a las bestias y sus temerarios jinetes.

 

Esto que os puede parecer más un relato de ficción de una mente enferma obsesionada con el oeste americano, no es más que una adaptación libre de unos sucesos, total e increíblemente, reales acontecidos hará un siglo. Dónde si no en América.

Los primeros años del siglo XX fueron una época de innovación. Gracias a la aparición del aeroplano y el automóvil de combustión interna se abrió la posibilidad de realizar hazañas nunca antes soñadas. La tecnología cambiaba y las costumbres también. Ahora se buscaba el peligro, la velocidad, la adrenalina que producía montarse sobre máquinas totalmente inseguras y con un alto índice de siniestralidad y desafiar el sentido común y el de supervivencia, de una manera que resulta hasta insultante. Ahora os están viniendo a la cabeza las imágenes de los circos volantesPero no es de esos colgados de altos vuelos (juego de palabras intencionado), de lo que os voy hablar.

Como ya he dicho a principios del siglo pasado, la gente estaba cambiando la manera de ver el mundo y esta revolución había que llevarla también al terreno deportivo. Es en estas circunstancias que a algún genio se le ocurrió: “Hey ¿por qué no les ponemos un motor a los caballos? Así irán más rápido y las caídas de jinetes seguro que son mucho más espectaculares”. La idea era buena pero pronto se descubrió que había que hacer una serie de modificaciones al planteamiento inicial. Convertir a los caballos en cyborgs era una tecnología muy cara y sus resultados no eran muy concluyentes; por lo que se decidió construir máquinas en su lugar. Así es como de las carreras de hipódromo nació la Formula 1, de los saltos de hípica nació el motocross y del Polo nació el AUTO POLO.

Así del más noble de los deportes caballísticos, surgió el más brutal de todos los deportes de motor (señor Derby de Demolición por favor échese a un lado, gracias). Pero por favor no me creaís a mí mirad los documentos fotográficos de la época:

 

 

 

Aquí podéis observar una reconstrucción de los años 40 con las instrucciones del deporte adjuntas:  

 

 

La verdad es que es un deporte que merecería la pena recuperar, seguro que es mucho más divertido que ver el “Furgol”. Después de todo ¿Qué mejor forma de celebrar una nueva tecnología que usándola para poner estúpidamente en riesgo nuestra vida?

 

Nunca subestiméis la estupidez humana.

 

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