El Más Maloso del Mes

Año II, Número 16 (agosto)

Las señoras son reconocibles por su pequeña estatura y su aguda voz, casi siempre escuchada en forma de queja
Las señoras son reconocibles por su pequeña estatura y su aguda voz, casi siempre escuchada en forma de queja

Estas palabras se popularizaron con más rapidez que Flash hasta las cejas de café para compartir cualquier tipo de ocurrencia humana trivial en el caralibro. ¿Y por qué señoras? Pues porque son adorables viejecitas, inocentes abuelitas que cuentan cuentos, que recuerdan con feliz expresión tiempos felices… tiempos mejores (bueno, vale, guerra y hambre y tal, pero la gente era más educada); hacen ganchillo, se ponen bolsas en la cabeza, cocinan cantidades industriales de garbanzos y ven “Cine de Barrio”.


Pero ¿acaso no cambia todo esto cuando salimos a la calle? ¿Qué es lo que les sucede a estas entrañables criaturitas cuando recorren la ciudad? ¡Bienvenidos a la jungla!


En thisismadness les fue declarada la guerra hace tiempo a dos organizaciones malosas acerca de las cuales expresamos claramente nuestra postura en el blog de noticias. Pero ¿qué hay de nuestro tercer archienemigo? Al no estar organizadas (en apariencia) y no aparecer como tal en los medios de comunicación, no se las ha tomado en serio. No obstante, los Monty Python ya nos intentaron advertir, allá por finales de los años 60, de la amenaza que representaban.

 

No obstante, en tisismadness hemos enumerado algunos de los “Señoras que…” con los que todo el mundo podrá identificarse:

 

  • Señoras que meten codo a la entrada del autobús. Pero vamos a ver, señora, que si quiere usted sentarse le cedo el asiento pero no empuje, que esto no es rugby. Esa es otra, si quiere que le cedan el asiento pídalo, que cuando uno va en el autobús leyendo su relato de Lovecraft favorito y experimentando terrores innombrables de dimensiones no euclideas, no se fija en quién se sube. Pero no, la señora prefiere mirarte mal y hablar entre dientes de la "juventud de hoy" Que mucha debilidad senil y necesitar un asiento más que los jóvenes pero el codazo que me dio en la puerta todavía me duele.


  • Señoras que se cuelan en la cola de la panadería. O de cualquier comercio de alimentos. Eso es herencia de la posguerra, cuando el último de la cola se quedaba sin pan, pero coño, que no estamos en Somalia. Si se cuelan en la cola de otro tipo de comercio que no sea de primera necesidad, ya es por vicio.


  • - Señoras que, llevando paraguas, caminan por debajo de las cornisas. Eso es por ahorrar, para que el paraguas no se desgaste, como si fuera de papel de periódico. Y además no se apartan, cuando tú, en mangas de camiseta, avanzas pegado a la pared para librarte en lo posible de la furia monzónica, lo que suele acabar conduciendo inexorablemente a enfrentarte con...

 

  • Señoras que te meten las puntas del mismo paraguas en el ojo. Mira que son blancos pequeños, pero estas señoras tienen una precisión de francotirador, que hace difícil creer en la hipótesis del choque casual. No estamos acusándolas de hacerlo a propósito, pero creemos que hay algo en su naturaleza que las impulsa inconscientemente a causar dolor 

 

  • Señoras que te empujan para coger todos los caramelos en la cabalgata de los Reyes Magos. Todos conocemos ese bol de cristal que tienen todas las abuelas en casa, lleno de caramelos más o menos pegajosos. En la infancia no te planteas que las chucherías que te ofrece tu abuellita son en realidad fruto de años y años de saquear las cabalgatas y llenarse el bolso con las ilusiones rotas de cientos de niños, de las que creemos que estos especímenes se alimentan.

 

  • Señoras que salen de entre los contenedores para atravesar la calzada frente a tu coche. ¡Ancianita salvaje apareció! Tu coche usó Freno. ¡Es superefectivo! Aunque te quedaras con ganas de usar Acelerador. Hay múltiples variantes de estas "Señoras que obstruyen el tráfico", pero siempre será mejor encontrárselas como peatonas que conduciendo sus propios ataúdes con ruedas. 

 

  • Señoras que te pinchan con el dedo en la espalda para adelantarte por la acera. Y luego se indignan si les pagas con la misma moneda. Pero atrévete tú a decirle algo cuando te lo hace. Eres un/a jovenzuelo/a respondón/a y sin respeto por tus mayores. Y un/a acosador/a sexual de ancianitas también, seguramente.

 

 

Ahora que está usted leyendo esto, tenga cuidado: puede que haya una de estas abuelas en su barrio, en su edificio… o en su mismo domicilio.